Bajé de la noche hasta la pirámide invertida de mis naufragios,el naufragio de mis manos,
de mis pies y de aquel veneno fútil que también guardamos en la ceniza de la sangre.
Bajé y estaba oscuro,ancha la avenida y Príapo ceñido con su arnés de batalla,
prendí las luces del otoño y cayeron mil hojas del monte de la griega más hermosa,
yo como el Caronte y su Estigia navegando hacia la sepultura de mis carnes(tú sexo enrojecido),
se hizo el día y la noche de otro día,insaciable el deseo de las bocas.
Bajé de la noche cabalgando,cabalgándote en una interminable galaxia de besos,
terminamos empapados,los dos renovando los ejércitos del hambre.