Sara (Bar literario)

De la oscuridad leyendo a Vicente

Ella era así. Una vez se creyó muérdago e hizo que se besaran los labios de sus padres antes de descubrir que en Agosto no funcionan los pretextos para (no) amarse.

 

Arrastrar la muñeca con la mano izquierda. La otra mano, sostiene un cenicero. Afuera, hay sol. 

Sol: respuesta improvisada para hablar del tiempo sin quemarnos la falta de un placer - a medias- en la pesadilla que grita nuestro nombre.

Nuestro nombre: se extrae un microscopio de su vientre y nos engendra en el olvido. Soy estrella escondida en el occipital de mi deseo. Y si la miro, ella se hace la brújula que señala el vacío.

Deseo que no haya otro día como éste. Pero siempre tenemos que salir a instaurar sonrisas en los árboles que se mecen con la llaga incipiente de nuestro suicidio.

El horóscopo santigua este día y me vaticina amor correspondido. En la estación, un desconocido me abraza, me dice que ha extrañado mi soledad recitándole poemas. Eso era, adiós. La soledad ha aprendido a profanarse sola. Adiós, mañana te veo. No entiendo la diferencia entre ir y quedarse. El mismo movimiento pero en diferentes fases del desamor.

Él se sabía triste y cantaba a su dolor con la misma fuerza que viven los condenados a estar felices.

Evadir el destino. O enfrentarlo. Mañana hay un simposio sobre enfermedades mentales. Me visto, me peino y termino en la azotea de una casa que tenía rojo cuando el azul era la manía asintomática de mi pronombre. Ella nunca llegó a enterarse que no estaba loca. Lo diagnosticaron en el simposio pero no llegó.

 

A qué, a qué viene este caos a desprenderse de la estabilidad de una oración colgada en el pétalo marchito

de una flor cortada por la pobreza del hablante.

 A qué, a qué vienes Sol.

 

A qué me evado, a qué me atrevo. Rompe la duda y encuentra la oficina que te espera al fondo del pasillo. El piso es de color verde, las paredes están pintadas de blanco. En la pared, cuelga un cuadro del mar haciendo paracaidismo en las arterias de quien hizo el imposible y se fue a dormir un rato.

 

 A qué vienes...

Silencio...

En una mano, la muñeca. En otra, el cenicero.

Han caído en mis enigmas, los orígenes del tiempo.