La rosada dirección del beso
Estática es la muerte, no padece
sino por el gusano de los días,
el caracol del tiempo echa su baba
y aplasta el roedor hasta al más fino gobernante.
Entonces qué es todo esto sino farsa,
la plácida ficción del que no entiende
y expande su dolor y su lujuria
al borde de una piel que no sostiene.
El sexo por supuesto es la batalla,
dos labios que se muerden por quedarse,
dos cuerpos ya vaciados por el fuego
que niéganse a perder el sortilegio.
No me ames, te diré, yo no soy nada,
apenas pasajero en las carrozas,
quimera en los cabellos que encanecen
cual oro en aquel árbol de la historia,
no me ames, ya me esperan en otras latitudes
con rojos patrimonios, con un cielo por abrir
y unas palomas que ya volando siento en mis pulmones.
Apenas bésame, dame tu mano,
apenas desnudémonos al alba,
no habrá ni eternidad tras poseerte,
sólo felicidad inmarcesible,
un gesto que derrota a cada muerte cotidiana
y que hace del vivir la gran bandera de las pieles.
Dicen que somos más que este espejismo,
yo quiero el sólo oasis de tus pechos en mis manos,
no quiero el más allá de tanta brújula inexacta,
prefiero el más acá de tus pezones en mi boca.
Es cierto que me iré, que no seremos sino
la huella de una flor que se marchita en la batalla,
pero ni muertes ni fracasos podrían con la alegría
de plenos y desnudos desafiar lo que tenemos.
Amor, amor yo muevo entre mis dedos por tu sombra,
amor, amor sin fin en que la muerte no es el precio,
vendremos del rumor de lo que cae en cada fosa,
vendremos a vivir, amor, porque la vida es eso:
amor y sólo amor, que hasta en la muerte quieta nace,
amor y nuestro amor que si termina es por ser pleno
y luego nada pierde si el olvido seca flores,
si la muerte se atropella por robarnos nuestro cielo
y si el mismo cielo cae en la bondad de nuestros besos.
Alégrese el que oyó de los amores que no temen,
alégrese el que amó y nada oyó de ser vencidos.
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02 08 13