No es una explanada nuestro mundo
donde al final encontramos abismos.
Nuestro árbol no es el de los paraísos
cuyo fruto es el conocimiento profundo.
Nuestro mundo es un soberbio espacio
admirable planeta que cuidarlo debemos.
Es un ente viviente y esto lo sabemos:
nuestra lujosa choza, nuestro palacio.
Hay un cálido sol que brillará por siglos
más allá de nuestras pequeñas vidas;
a pesar de las cientos de especies heridas
la muerte no triunfará sobre los vivos.
El amor será ese misterio de clara energía
Eva y Adán repitiéndose al infinito, tercos.
La vida bulle y se precipita, no hay cercos.
Nuestra sangre late y madura todavía.
No terminará tan pronto nuestra aventura
somos los príncipes de este destino de luz
nuestros cerebros pueden crear la cruz
Pero también somos creadores de ternura.
Debe ser la del espíritu aún nuestra lucha
que ante la vil materia jamás se rinde
un solo clamor que nunca se escinde
una voz que clama y siempre se escucha.