Eras bella y tierna cuando salías
arreglada con carmín de mañana,
suspirando la aventura, y preferías
junto a los aburridos otros días
ver a través de la ansiosa ventana.
Tus rasgos de frescura en delicada
fragancia eran como la Naturaleza,
llena de vida pero igual desmayada
por el tiempo que pasaba, e impregnada
de viveza acompañabas a la tristeza.
Tus cabellos y dedos enlazados
a manera de súplica y anhelo
lloraban con los labios no cansados,
y tu figura y ojos obstinados
veían al amado reflejado en el cielo.
Sin rencor, ni silencio, ni encono,
la hora se volvió como una hermana,
y ambas murmuraban en bajo tono,
con un fúnebre dejo de abandono,
el retorno de la esperanza del mañana.