Te espero en la inclinada tarde de tristes ayeres
donde resbalan mis soledades horas
Tarde turquesa de ausencia y amarga nostalgia
en la alta hoguera y en la baja sombra
Amada mía te sigo esperando
como un can herido y perdido entre valles calcinados de lamentos
Y en la oscuridad de mis ojos
se espesan mis miedos sobre los semblantes de las horas idas
Totalidad de tu ausencia
en los desbocados amaneceres atropellándose en la avenida de mi angustia
Corazón en perpetua penitencia
y la faltante savia sobre el torrente bravío del cuerpo
Lacerada piel del agobio
sobre la espalda labriega del amante que desespera amar
Amada mía
apiádate de mi alma aún no corrompida por esta sempiterna espera.