Estaba obscuro,
La tristeza se derramaba.
Un corazón marchito,
Ya no alumbraba.
Aquel, partió en busca de la Luz;
Viajó hacia el Sol,
Pero esto fue en vano,
Ya que, no pudo comprender su resplandor.
Entendió, que él no era como el Sol.
Por lo tanto, siguió su búsqueda;
Recorrió los cielos,
Las blancas nubes y el agua del río.
Y a pesar de esto,
Él seguía sombrío.
Bajo otro cielo nocturo,
El corazón ya cansado,
Se hundió en las grises sombras,
Las traspasó capa por capa.
Y de repente, encontró una Luz.
Se acercó, lentamente.
Progresivamente, fue fundiéndose en ella.
Antes de desaparecer, extasiado de asombro y amor, se dijo:
Cuando hube abandonado mis ansias de brillar, encontré mi propia Luz. ¡Bendita la noche de los días, por mostrarme al otro! Ahora veo que, la claridad me tenía cegado. Yo no soy el fuego, sino una minúscula chispa, que se pierde en su inmensidad.
Luego, sin más, se desvaneció.