Con tu blanca paloma en el desierto,
atravesabas las olas de arena,
con una especial voluntad serena
conquistaste el dolor con el acierto.
Tus pasos se hundían en el polvo abierto,
buscando la milagrosa azucena,
buscando la paz que calme la pena,
Llevando fe al doliente casi muerto.
Fuiste obcecado y rindió fruto tu presencia,
la tierra tembló en lo profundo y sintió
que los hombres han vivido en ausencia.
Tuviste compasión con el mundo adolecente,
más tu estoicismo hizo con tu paciencia
que los pájaros trinaran a pesar del ausente.