(...) Hurux me tomó la mano, y volví a percibir la semi solidez del mundo. Ella balbuceaba algo incomprensible. Yo quería hacerle comprender que no podía oírla, pero me fue imposible. Cuando quise repetirle mi advertencia, escuché un adiós de su parte. Tras su palabra, mi cuerpo tembló. Literalmente, voló por el aire. Una sensación de calor me recorrió. Sentí que me incendiaba. Pude darme un breve vistazo, y comprobé que así era. Una llama, me estaba consumiendo, mientras yo era jalada por una fuerza inentendible. No sentía dolor, sino más bien, unas sensaciones corpóreas fuera de toda explicación. Finalmente, ardí. Me consumí en mi misma, en mi fuego interno. Centenares de rayos, relampaguearon a mí alrededor, yo sólo era polvo, pero de alguna manera, seguía dando respuestas a los estímulos externos. Progresivamente, fui recuperando mi cuerpo físico, una abismal tristeza comenzó a hacer su presencia en él. Traté de volver completamente a mis cabales, pero no podía recordar los sucesos como solía hacerlo habitualmente. Me era imposible, ya que, no parecía haber ningun tipo de continuidad en los hechos, ni siquiera algo similar a ella. Sólo poseía memoria física, de ciertas emociones vividas, aunque no podía fundamentarlas.
Traté de relajarme, me encontraba sentada, aún con los ojos cerrados. Me daba terror lo que podría llegar a encontrar al abrirlos. De manera que, con lentitud, extendí mi mano hacia el suelo; para mi sorpresa, me encontraba sobre arena. Extasiada de temor, logré despegar mis párpados. Vi el mar. Pestañe infinitas veces, la visión de la playa no se iba. No podía comprender cómo había llegado hasta allí. La llamé a Hurux con todas mis fuerzas, pero ella no estaba. Entonces, recordé su “adiós”.