María

Cadencias

Motivada por la angustia pensé que podría escribir. No logré una idea. Busqué consignas por Internet, chateé en portales literarios. Al amanecer permanecía en mi escritorio. Veo que el espejo muestra una sonrisa que me invita a ser su cómplice…


Sucede que el moño colorado fue un interesante diálogo con un escritor de impecable pluma y caballerosidad. Me invitó a desayunar. No respondo,  insiste con respeto. Y como siempre fui algo compleja y audaz subí a mi auto y arribé, adrede, antes que él, al bar.


Nos sorprende el mediodía, despabilados como adolescentes. Entre anécdotas y gustos en común, intentábamos cadencias. Hoy escribimos juntos la vigésima. A mano. Y ya no nos separan monitores.