Había pasado un año desde que el joven Franz había partido a mejor vida.
Elise no podía superarlo, cada día que pasaba sin su esposo era una agonía interminable.
La vida se tornó gris y sin sentido, no comía, no salía de casa, había dejado de ver a sus amigos, pasaba los días tendida en su cama sin hacer nada, como esperando algo que nunca iba a llegar, mirando la vida pasar.
Una tarde gris Elise comenzó a sentir fuertes dolores en su pecho, acompañados de un fuerte resfriado. El doctor dijo que sufría de tuberculosis, y que su estado era tan avanzado que ya no se podía hacer nada.
Sus amigos Blaz y Ava, estaban desconcertados, no podían concebir la idea de perder a Elize, así que pasaron días y noches cuidándola, intentando que se recuperara. Una noche, la peor noche, donde Elise se encontraba agonizante, exhalando sus últimos alientos, comenzó a desvariar, mientras caía presa del sueño.
Comenzó a soñar, podía sentirse liviana, fresca, libre, flotando en el aire como si alguien la llevara, abrió sus ojos y pudo ver a su difunto esposo Franz, quien dirigía por toda la cuidad, por los aires podían divisar a sus amigos, familia, hogares, y toda la vida que habían hecho juntos.
En aquel viaje onírico, su esposo le expresó lo dolido que estaba por el estado en que ella se encontraba, no quería verla así. _A pesar de que yo no esté más en la realidad no tienes porque dejar de vivir. Eres joven y con muchas ambiciones, ¡puedes hacer lo que quieras! Todo está a tu alcance. Yo fui muy feliz a tu lado y siempre recordaré los momentos que vivimos juntos y sé que siempre me amaras tanto o más de lo que yo te he amado. Así que por favor… deja que me vaya para que puedas continuar con tu vida.
Elise lo miró a los ojos, lo tomó de las manos, se acerco, y sus labios se sellaron en un largo y cálido beso que había esperado por un largo tiempo.
Elise ya no quería y no podía volver a despertar. Mientras tanto Ava y Blaz veían como su respiración disminuía hasta dejar de percibirse, y entre atroces llantos y un tremendo desconsuelo vieron como su vida se extinguía. Todos estaban tristes, pero sabían que ahora Franz y Elise estarían unidos para toda la eternidad.