Vuelve a taparme y despacio camina,
como rutina busca el delantal.
Ya en tarea, hay sonido de metal,
brindis son de vasos en la cocina.
También ojea noticia periódica.
En el posar de la taza suspira
claridad. Si estoy despierto ella mira,
en todos los que hace, siempre es metódica.
En silencio emite toda ternura,
como el aroma del café colando,
que llega al sentido casi soñando,
me llega su voz de ángel de la altura,
no es ninguna metáfora del cielo,
con mi reina prefiero más el suelo.
El señor de los fierros
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Se ha levantado y me quedo atento a los fonemas del aire, mientras percibo la punta del día helado…