Era una mañana de noviembre silenciosa y fria,
al sol del oriente abrí mi ventana,
el viento traía
perfume de rosa temprana,
-salvia, espliego, mejorana-
en besos de melancolía.
Bullicio, canciones y risas,
Doblar de campanas que llaman a misa.
¡Que es fiesta muy grande!, me dice un vecino
que va hacia la iglesia con traje de pana,
yo no le hago caso y sigo mi camino,
¡que yo vaya a misa, no me da la gana!.
Y a orillas del río,
-la mañana suave, el cielo sombrio-
medito en silencio, pregunto a mi mente,
¿qué tendrá esta gente
que rie, que canta y que reza?
¿será que bosteza?
Sopla un suave viento
fresco de relente
lleno de tristeza,
desde hace un momento
¡qué mustia ha quedado la naturaleza!.
Calle la lluvia, la tarde triste,
tras los cristales de mi ventana
veo la calle toda desierta,
sin alegría como sin alma
Y en su silencio de tumba muerta
se oye el susurro de una guitarra.