En la posada de la mentira
han entrado ladrones
vestidos de respetables.
Acuden a la reunión
convocados para planificar
el próximo golpe al vecindario.
Ese día les acompañarían
las Fuerzas del Orden
para que los confundieran
con legítimos recaudadores.
En las casas ya no había para comer
pero no dejarían de cumplir con la Ley.
Los vecinos nunca sospecharon
de tales atropellos
y en las fiestas del pueblo los nombraron,
por aclamación,
“hijos predilectos”.