A su expresión de inocente niña
y de inimaginable belleza
lo he puesto en el pedestal mas alto
que ojos humanos hayan podido ver
y a su vida la he rodeado
de las cosas mas preciosas
resaltando aún mas su hermosura
de princesa encantada.
Sus ojos de diosa del olimpo
son dos luceros de fuego
que orientan a mis sentidos
a mares indescriptibles
de sensaciones abstractas.
Su cuerpo explendido
de gazela tierna
he deseado con ardor y delirio
hasta perderme en sueños
de incontenible lujuria.
Incontables veces
he bebido el néctar
de su boca carnosa de grana
y embriagado por su perfume
que me ha turbado la razón
he sentido sus gritos mudos
pedirme que la ame
con extrema locura.
Completamente desnuda
en el corazón de la noche
la brisa fresca del mar
enredaba sus cabellos finos de oro
que caian por sus delicados hombros
como ilusiones serpenteantes y mágicas
hasta llegar a sus caderas esculpidas
que he poseido con salvaje frenesí.
Sus senos redondos y rosados
que la luna llena envidia
son dos manzanas prohibidas
que en noches de infinita pasión
he deborado con irracional voracidad.
Y mi pobre corazón se agitaba
desde lo mas profundo de mi ser
al darse cuenta que todo no era mas
que una desenfrenada y demente fantasía.
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