Vaya cárcel la del tiempo
y sus relojes capataces
que para arrearnos
les bastan los chasquidos
de sus pinches manecitas.
¡Y ay de ti!
donde, como yo hoy,
te detengas a mirarle feo
o pintarle un dedo
porque te roba un trozo de vida.
¡Ah cabrona verdad escondida!
uno pensandose esclavo de políticos
y de sectas secretas
cuando detrás de todo está el tiempo
con sus guardias hasta en la cocina.
Y pensar que le exigimos
nuestro calendario a fin de año
a la señora del mercado
o a la de la tiendita de la esquina.
Habrá que correr la voz
de que sea de noche o sea de día
siempre será el momento justo
para hacer lo que el corazón dicta.
Que se jodan los horarios
con su ayer, su mañana,
su puntualidad y sus retardos
porque el único momento
que importa es éste,
que es el único donde hay vida.
JCEM