A Moraira acudiste
a visitarme.
¡Aquel día las flores
se abrieron antes!
Y madrugaron
para ver en tus ojos
de amor un rayo.
La ardorosa impaciencia
por estar juntos
abrasaba las horas
y los segundos.
Y el sol clemente
adelantó su orto
resplandeciente.
Las hierbas del camino
se separaban
para dejarte paso
hacia mi alma.
¡Pronto llegaste!
¡Y las olas cantaron
al anunciarte!
Se vistió el mar de azules
tan inauditos,
que los peces saltaban
sobrecogidos.
Y, entre las rocas,
florecían las algas
en verdes rosas.
Paseamos unidos
junto a la playa,
donde blancas gaviotas
nos envidiaban.
Y nuestros brazos
violentos se anudaban
en fuertes lazos.
En la arena la huella
de nuestros pasos
dibujaba senderos
enamorados.
Mientras la espuma
fundía nuestras sombras
las dos en una.
La luz en nuestros ojos
resplandecía,
pues el cielo y la tierra
en ellos ardían.
Titubeantes,
nuestros labios forjaban
besos amantes.
Adquiría la tarde
rojos dorados,
fundiendo dos alientos
enajenados.
Melancolía
del viento que anunciaba
la despedida.
Y el corazón gritaba
¡que no anochezca!
Pero el día implacable
siguió su senda.
¡Tiempo inhumano!
¡Cómo te apresuraste
a separarnos!