Firmado el tratado más estúpido de la tierra,
de marte, encelado, u otro lugar donde exista vida.
Consiento lo que sea que a mi acuda después del último latido,
racional o no perecedero, simple o imposible.
Vuelvo dispuesto a no volver más, o a volver si es necesario.
A una eternidad de tortuoso llanto y lamento,
sin lagrimales y sin recuerdos. Al fuego sin aire
que lo avive, y sin corpúsculos que lo comprendan,;
al hambre descomunal que puede hasta matarte;
al castigo por no haber dicho el santo y seña;
O a la recompensa por haber dejado de vivir toda una vida;
a cobijarme con el consuelo de una nueva substancia, sin ningún error,
sin ningún problema, sin ninguna razón para llamarla vida, al fin
y al cabo estaré muerto -vaya palabra para el contrato más ridículo
firmado desde el caldo primitivo-.Y aun así me dicen que no importa
la quid del fallecimiento. Solo que tendré la libertad para hacer
lo que quiera, menos reflexionar que si Jesús hubiese sido ahorcado,
Llevará ahora en mi cuello una soga bendita,
Seguro sean las palabras más herejes de un cristiano
que pueden ofender al mismísimo dios de las groserías
pero que se puede hacer ya tenía todo preparado,
bueno nada de “yo”, era el fatum “la ley divina”,
donde dice que después de mi muerte abriré los ojos
y pronunciaré mi discurso estudiado:
-A mí no menos de 5 doncellas, una vida eterna de alcohol, gracia y dinero.
No quiero nada parecido a la vida que conocía,
No quiero la oportunidad de escoger otra vida, porque seguro por amor, por valor
y por masoquista, escoja esta vida misma, con sus errores y sus promesas.
O reencarne en una babosa, con otra oportunidad ambigua,
Y con mis perfectos trazos pueda alcanzar algo más digno como príncipe de golconda,
hasta romper el bucle tortuoso y ser de Visnú una lagrima de yeso.
y no me traigan ningún dios primitivo de esos más débiles que el colonialismo,
la globalización y la moda; y tampoco me veo con seres queridos y antepasados,
porque después puede que nos toque vivir abrazados:
el infartado, el ahorcado y el que murió por causas desconocidas,
y termine aceptando que la muerte es territorio de espera,
donde se está siempre a la expectativa de algún vivo,
que deje de ser vivo, para serlo más de lo que era en la tierra-
Pero el mismísimo dios de esto nada me asegura, aunque todo
lo sabe, también todo lo puede, así que también puede olvidarse
de lo que concierne a mi vida, y me dijo que todo podía
cambiar cuando llegue al paraíso prohibido, que lo único que tenía
seguro era mi muerte imprecisa, así que me imaginé
otra forma del destino, quizás me encuentre con Zeus
en el olimpo o Asgard, Y de seguro que Eris en discordia por la manzana prohibida
me avallase en una oscuridad encerrando a Amaterasu en una cueva,
y por su infinita bondad, indudablemente del paraíso me expulse,
obligándome a meditar infinitamente hasta alcanzar el nirvana.
Viviré un capítulo más, un espejo donde se refleja
todo el sentido de estar vivo, una paz interna
y después de tanto rato quizás se me permita retornar de nuevo a la guerra,
pero no sin antes pasar por un trampa o un desafío
esta vez es mi ka juzgado por Anubis, pesado en una balanza,
como desatino, en la sala de las dos verdades,
Y si no tengo suerte seré condenado nuevamente a viejos males
Esta vez no es culpa de los dioses sino culpa mía,
pero que nadie se alarme ahí no termina la muerte,
en poco más de un año hago el Yahrzeit y vuelve a mí la suerte
y allí por fin la asimile y podré llegar nuevamente con Hashem en el Olimpo.
O en retrospección divina, alcanzar de nuevo la nada que tanto era mía y nuestra,
tu en ningún tiempo, y yo, ¿también en ninguno?, no sé si de nadas compartidas,
pero a diferencia de esto, seguro encuentre un inexistente recuerdo,
ese donde nada me aquejaba, porque nada en mi existía.
Así que hoy vivo (casi cuerdo), déjame que me concentre en el dolor
y la sorpresa, y particularmente en la burla y la ironía,
de las religiones y sus ciencias, de la muerte y su filosofía.