Bajan las olas
del mar para besarte,
mojan tus ojos
sus gotas de rocío
¿lloras, o sólo miras?
Se prestaron cada uno sus miradas
hasta que el tiempo empañase los cristales
y el espejo trastocara lluvia
por lágrimas de ausencia.
Se cerraron de a una las cortinas
y ni el pálido rayo de la luna era de ellos.
Un silencio sepulcral bajó de telarañas
balanceándose en las sombras del olvido.
Agotaron las páginas de un libro amarillento
que guardaba los inviernos congelados,
las sonrisas de varias primaveras
y un profundo y largo mar inexpugnable.
A él se le desgastaron las pupilas
repletas de horizontes y albas sin destellos.
Ella se sentó frente al océano a mirar
si alguna ola le traía algún mensaje.
Y el tiempo, el cruel tiempo,
dibujó nubes grises en el cielo
encegueciendo las palomas mensajeras
entre cenizas de volcanes apagados.
La vida florecía en otro lado
con pimpollos de aromadas rosas
y sonrisas de párvulos jugando.
El viento se llevó un poema
que cayó en manos de una niña
y en la esquina de la casa abandonada
renacieron las dalias y las lilas
en las brisas de una nueva primavera.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
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