Brindemos aunque el viento sople adverso,
aunque la lluvia sea más torrencial que nunca,
alcemos las copas de la esperanza y choquémoslas,
choquémoslas con la incertidumbre del latir de cada día,
con la inocencia del pájaro y del niño que no esperan nada
porque lo encuentran todo cuando habla el árbol
o la casa donde habitan.
Ante la nostalgia soñemos,
soñemos libres de perjuicios y desesperanzas,
libres como las libélulas,
como los lobos y los leones,
como las liebres y los peces de los ríos.
Bebamos del nuevo amanecer,
sin espectros acechando en la oscuridad.
Olvidemos las rutinas y los malos augurios;
que la ira se transforme en paciencia,
y la arrogancia en humildad
para aguantar lo que no entraba en lo planeado.
Recibamos la luz sin premeditación, sin alevosía,
como el tesoro que todos deseamos encontrar
y no encontramos, porque creemos que los tesoros
deben permanecer siempre escondidos.
Cantemos,
Bailemos,
Bebamos,
Comamos;
lloremos si es preciso,
y después de todo celebremos la vida con mayúsculas,
bebiendo de todos los vientos en los que sopla la musa.
Seamos mariposas esparciendo semillas en las veredas,
las flores silvestres que alegran los caminos.
Choquemos nuestras copas
Y brindemos, brindemos hasta que se desmaye la última luz del día,
aunque la vida no nos prometa nada,
aunque no ocurra nada estraordinario después.