Debajo del moño azul.
El sexto día fue testigo
De mi agraciado placer de mirarla;
Yacía en su cabeza un moño azul
Que no hacía más que estar
Sobre su Cabello
Que no daría yo por ser ese moño,
Estar sobre su pelo y llenarme
De los aromas divinos que emanan
De Mujer cual criatura celeste
Agitase pues el músculo Escarlata
Culpable de todas estas letras;
Ese trozo de mí que se ocupa
De recordar que no soy sólo carne
Y hueso
Que hermoso es estar enamorado;
Esa divina mentira que se encarga
De darte otra vez una razón para
Derramar fantasía
Fantasía, sólo eso, porque si fuese
Realidad no estaría escribiendo
Este preciso momento, al menos no
Sobre un papel
Estaría escribiendo
Sobre sus labios,
Sobre sus ojos,
Sobre su mente,
Sobre su piel
Con esas letras que no se borran
Fácilmente, las del «dolor glorioso»,
Las del recuerdo
Recuerdo intacto desde que supe
De su existencia
Presente en mi mente su calor
En aquella noche helada;
Aparte del frío
Solo ella cabía en mi Cabeza
Estaba a mi lado entre una multitud
Impaciente esperando el amanecer
Entre gritos quejumbrosos y risas
Sonoras, no escuchaba más en mi
Cabeza que un repetido «háblale»
Y le hablé...
Fue tan corto
Como eterno, porque no lo olvido,
Porque aunque finja buscar
En otros ojos cariño,
Siempre me aguarda inerte
En la almohada el «dolor glorioso»
De aquella mujer que no se va
Porque está cerca
Y no se queda
Porque está lejos.