Cuando la veo palpita mi corazón y mis sentimientos se hacen una hermosa canción, como un pasacalle Quiteño o un albazo lleno de infinito amor.
En las calles del centro histórico la conocí y vivía enamorado perdidamente de ti, en el majestuoso Panecillo declararme quería como testigo de mi amor tenia a la virgen María, pero mi bella guambra ya con otro se iría y a mi pobre corazón lo rompería.
Entonces una gran idea se me ocurrió era mi última carta, hacerle una serenata quiteña en compañía de la luna azucena, para con ella estar en la plaza grande toda la vida eterna.