PROSA
Esta era mañana fresca de primavera, con un sol que salía temprano calentando el ambiente, dejando atrás el frío invierno que nos había agobiado no hacía mucho tiempo. Si uno se ponía a observar las caras de la gente, tenían otro color, otra expresión y sonrisas a discreción, debe ser que por eso que es llamada la estación del amor.
Estas cosas me ocurrieron cuando yo contaba a la sazón con 20 año de edad, casi terminado la adolescencia y con muchos sueños por cumplir. En fin, las cosas discurrían normalmente aquel día y yo enrumbaba en mi carro hacia mi trabajo, iba pues disfrutando del paisaje y respirando el rico aire primaveral, repasando mentalmente el stock de medicamentos que tenía y lo que debía comprar. Por aquel entonces entre mi hermano yo habíamos puesto un negocio de farmacia pero toda la responsabilidad la tenía yo en la administración y la farmacéutica en la regencia; pues él era odontólogo y permanecía en su consultorio hasta por la noche.
Decía que todo iba bien, cuando de pronto a la distancia, a una cuadra más o menos, vi a un hombre que estaba con su esposa embarazada al borde de la calzada solicitando un taxi desesperadamente, y ninguno quería parar; yo, y aquí nace mi vía crucis, de noble corazón me acerqué a preguntar hacia dónde quería ir.
-Hola amigo… ¿hacia dónde vas?
-¡Gracias joven, por favor lléveme a la maternidad de Lima que mi esposa está por dar a luz!
- Pero yo no conozco esa ruta (yo sabía dónde quedaba la maternidad, pero desde el punto en que me encontraba no sabía cómo llegar, además que eso me alejaba como a una hora de mi trabajo)
-¡No se preocupe… yo lo guío!
-Bueno suba (que iba a hacer… una mujer en estado grávido y a punto de dar a luz, pensé en mis hermanas y no quise que los mismo les ocurriera alguna vez). Cruzamos algunas palabras con el esposo para que me dijera cómo podía llegar más rápido y la verdad… ¡ni idea tenía de cómo hacerlo!
-¿Qué no conoces la ruta amigo?
- Tal vez usted pueda joven…
-¡¡¡aayyyy… me duele!!!
- Lo que faltaba, la mujer se empezó a quejar y yo a ponerme nervioso, (¡mi carro! pensé… ahorita da a luz y me lo deja todo manchado!) Pero ya estaba sobre el burro y no había más que tirarle palo.
-¡Ya amorcito ahorita llegamos no te preocupes! -(¡pero que desfachatez del tipo!)
- Espérese un momento señora trataré de llegar lo más antes posible (pisé el acelerador mientras trataba de hacer un croquis en mi cabeza tratando de acortar camino hasta dicho lugar; esto quedaba en el centro de la Lima antigua, los Barrios Altos; entre calles angostas y casonas antiguas a punto de colapsar, propiedades de las familias antes pudientes de la ciudad). Por aquel entonces mi conocimiento de Lima y sus calles era muy pobre, y el tráfico en esa hora punta no ayudaba mucho que digamos… ¡se me venía la noche!...
-¡¡aayyyy!!! Se me sale señor… ¡!!
-¡Espérese ya falta poco!... tuve que gritar pues la señora venía quejándose y fuerte desde hacía media hora que había subido al carro (eso me pasa por andar metiéndome dónde nadie me ha llamado; venía yo mascullando maldiciones por ser tan tonto, golpeaba el timón como si este tuviera la culpa de mi desacierto)
-¡¡¡aaayyy!!! Se me sale…. Ya no aguanto más… ¡¡¡aaayyyyy!!!
- En cinco minutos señora… ¡y por favor ya cállese que no me deja manejar!... Para colmo de males las calles estaban congestionadas… carros en una sola fila y el nerviosismo que me embargaba… ¡no era posible que estando a dos cuadras de la maternidad… mi carro sirviera de sala de partos! El marido me miraba a veces con la expresión en los ojos de… ¡apúrese! ¿Y cómo me apuraba yo si el tráfico iba a paso de tortuga, todos los caminos de ida estaba congestionados, pero los de venida estaban casi vacíos, entonces se me ocurrió una idea genial (si, sólo a mí se me ocurren burradas que luego llamo genialidades, ¡avanzar dos cuadras y en contra del tráfico!, había que hacerlo, no quedaba otra) En lo que faltaba, primero me subí a la vereda, casi media cuadra antes de llegar a la esquina y voltear a la izquierda en contra… ¡la mujer que seguía gritando, los insultos de los que estaban en la fila de carros, las maldiciones de los transeúntes que por poco y los atropellaba, el silbato del policía que estaba dirigiendo el tránsito… uf!, realmente mi cabeza era un caos, pero ya estaba a dos cuadras (y salvaba mi carrito de una desgracia) terminar de subir esa cuadra, luego voltear a la derecha, nuevamente en contra… pero yo estaba hecho un demonio y nadie me paraba, los ojos ya me brillaban de alegría mientras le daba instrucciones al marido que estaba más nervioso que yo:
-¡Apenas pare el carro tú te bajas y corres a traer una camilla… no pidas permiso, sólo di que tu mujer está mal y la camilla que encuentres te la traes y volando para subir ahí a tu esposa! ¿Me entiendes?
-¡Si joven… no se preocupe!... si… si…
-¡¡¡Oiga párese ahí… deténgase!!! (Más gritos, era el policía que me seguía y venía corriendo tras de mí, cómo si yo estuviera con ganas de detenerme y dar explicaciones).
-¡NO!...- la suerte es así, o la mala suerte, un patrullero se aparece frente a mí y trata de cerrarme el paso (¡mi carro!, no, faltando una cuadra no me iba a echar a perder todo lo que había hecho para salvar mi carrito de un lavado… ¡Y a esa hora!... y el trabajo!... No sé cuántas cosas pensé en un segundo, pero seguí…) hice el ademán de cuadrarme a mi derecha y el patrullero se detuvo delante de mi, guarde la distancia suficiente para salir sobre mi izquierda y lo hice. Giré tan rápido el timón y aceleré sobre la marcha que el patrullero se quedó sembrado.
- ¡Ya sabes hombre… apenas pare el carro te bajas!... ¿Está claro? (Media cuadra, me faltaba media cuadrita… y luego todo habría terminado, con ellos; pero luego me quedaba por arreglar tal desbarajuste con la policía… ¿Y eso? Ya se vería en su momento.
-¡Ya baja… corre!... y el bendito se pone a conversar en la puerta de la maternidad!… ( #$% sapos y culebras...) yo bajé de inmediato y di la vuelta para ayudar a bajar a la señora que ya pedía que la dejara dar a luz allí no más, pero no, eso no iba a pasar, ya estaba ahí, eso era lo que me había propuesto y lo había conseguido. Bajé a la señora, la puse de pie y el marido que no salía…
-¡¡¡¡Se me cae el hijo… ayyyy!!! ¡¡AMOR APURATEE!!
- ¡Ya voy amor, pero no hay camilla, sólo conseguí esta silla de ruedas!
-¿¡Y te quedas ahí parado!?... ¡no importa cargada pero llévatela… y no te preocupes… no me debes nada!
- ¡Gracias joven!
-¡Gracias… aayyyy!!!... aayyy!!!
-¡Por nada!... Después, me quedé mirándolos, extenuado, con los brazos cruzados junto a mi carro; luego que los viera entrar en la maternidad me emocioné y los ojos se me llenaron de lágrimas. Es que yo pude haber traído al mundo a ese niño o niña, porque durante dos años (desde los 15 hasta los 17) estudié primero auxilios y atención de partos y, mi hermano que era odontólogo me enseño a reconocer muelas con caries mediante un rápido examen, también aprendí a poner anestesia y a extraer las piezas dentales en mal estado.
La verdad que lo del carro no me importaba, sólo era un pretexto para poder correr y romper las reglas de tránsito. Bueno, pero al fin ya todo había pasado y cuando la sonrisa volvía a mi rostro…
-¡Así que Ud. hace lo que le da la gana! ¡Se burla de la autoridad que lo conmina a detenerse, no le importa el semáforo, se tira en sentido contrario… ahora Ud. se va detenido y su carro al depósito! ¿¡Ud. qué se ha creído!?... ( uf! no sé cuántas cosas más me dijo, yo estaba como en el limbo, sin saber qué hacer ni decir, sólo sé que sonreía como un idiota) ¡Ah! ¿Y todavía se ríe de la autoridad con todo lo que ha hecho? ¡Ud, no tiene derecho de hacer eso! …
- Ya cálmese señor… mire… ( y le expliqué por qué había actuado de esa manera, y continué…) Si yo no huera traído a esa señora, tal vez en estos momentos ella ya estaría muerta, o quizás su bebé, o ambos… ¿Y el marido, y si tiene otra niña? ¿Ud, me quiere meter preso por hacer una obra de bien? ¿Y si hubiera sido Ud, y su esposa… hum? (al policía como que se le aflojaron las piernas y le brillaron los ojos).
- Está bien, puede irse, pero procure que no vuelva a suceder.
-Gracias jefe, sabía que usted comprendería. Pero ahora yo estoy en un embrollo, no sé ni cómo llegué aquí y por lo tanto tampoco sé cómo salir, yo necesito una vía rápida para ir a mi trabajo que queda al otro extremo de la ciudad, ¿Me podría ayudar en eso?
-Sí señor, sígame…
- Y el patrullero encendió su sirena y me llevó raudo, nuevamente en contra del tráfico para poder salir rápido de ese lugar. Creo que es mi destino, con autoridad o sin ella, siempre rompo las reglas, aunque yo no quiera.
Delalma
11/08/2013 01:54 p.m.