Dicen por ahí, que los vieron en una pradera
y que después de hacer el amor como nadie
se recostaron a descansar sobre la hierba.
Ahí, de frente al hermoso cielo azul
vieron pasar furtivamente algunas nubes
y pareciera que se llevaron sus ilusiones.
Dicen, que hablaron por largas horas
que nunca más sus manos, se volvieron a rozar
y que de los ojos de ambos,
una lágrima se alcanzó a asomar.
Dicen que él, de pronto montó su caballo
esperó por un momento, volteó su mirada,
hundió las espuelas y desesperado se fué,
conteniendo la respiración y las lágrimas.
Ella mientras tanto, permaneció de pié
inmóvil, su corazón lo quería alcanzar
más su razón la detuvo y no lo pudo soportar.
Dicen, que el viento de pronto se tornó fuerte y frío
y que aquél jinete que se había ido
de pronto detuvo su furtiva marcha,
esperó, agudizó el oído, algo quería escuchar,
sucedió lo inesperado, dio marcha atrás,
no se sabe cuánto tiempo se llevó galopando
y que al llegar donde estaba su amada,
su ojos se desorbitaron y un estruendoso grito
obscureció el cielo y la nieve empezó a caer.
Dicen, que tomó en brazos el cuerpo inerte de su dama
y subió con ella a la más alta montaña,
ahí contrajeron unas extrañas nupcias
como testigos el cielo, la nieve y el viento
que de pronto los fundió en un abrazo
un abrazo sublime que los elevó al firmamento.
Dicen que por las noches, si observas lo obscuro del cielo
podrás verlos dibujados entre las nubes que vuelan
y los llevan viajando entre las estrellas.
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