Un Leonardo o un Rafael de Urbino
quisiera poder ser por un momento
para plasmar la magia del aliento
que emana tu perfil casi divino.
Brilla en tu rostro ese fulgor genuino
de las Madonnas del Renacimiento:
su armonía ideal, su arrobamiento,
su angelical encanto cristalino.
El azul esplendor del mar y el cielo
se fraguó en el azul de tu pupila:
¡ese pálido azul excepcional!
E irradia exaltación, dicha y consuelo
a un corazón cansado que titila
tu adorable sonrisa virginal.
¡Dulce vestal!
¡Que los dioses conserven con largueza
el plácido candor de tu belleza!