Le temo, amor, a la extrema pobreza
De espíritu y alma, cielo.
No le temo a la muerte su fiereza
Ni al dolor del desvelo.
Sé, amor, que si me ves llorando un día
En vez de consolarme
Abrirás mi corazón con tu alegría
Para entregarme
El tesoro de besos que me calma
Cual bálsamo bendito
Que sana esta loca herida de mi alma.
¡Oh, amor, al infinito!