Betty conoció a Juan
y no se animó
a contarle lo
que le estaba pasando...
Era todo tan perfecto,
como ella lo había
imaginado, ¿cómo
romper el hechizo?
¿de entrada?...
Contarle que había
costeado sus estudios
¿con la más vieja
profesión?...
Juan correría
e injustamente
le daría la espalda.
Por eso Betty
calló una y otra
vez, hasta que un
día después de
haber tragado
tanta saliva
disuelta en lágrimas, que
era tanta
su salinidad que
no lo resistió más y
le contó la verdad.
Juan le sonrió, y le dijo
-no estás diciendo
nada nuevo-
-Yo te quiero igual,
no me importa
lo que hayas hecho
antes, eso es para
los poco hombres,
que se andan
fijando en nimiedades
Nosotros somos más
que todas esas
tonterías.
Yo te amé desde
el primer momento
que te conocí y
no me fijé, ni en
el color del tus
ojos o tu cabello.
Había algo que me
atrajo, en ti
que fue la pasión
que le ponías a cada
cosa que tocabas.-
-Devolviste el fruto
a su manzano
Y contigo quiero
llenarlo de fruta,
cada estación dará
pacientemente su
alumbramiento,
nuestros hijos y muchos
más, los que tu quieras
por que yo por ti,
muero y si tengo
que dar mi vida
no dudaría
de ello.