Nicolas Ferreira Lamaita
POEMA DEL SILENCIO
AL GRAN POETA URUGUAYO OVIDIO FERNÁNDEZ RÍOS,
MI MAESTRO
DESCONOCIDO POR SU FILIACION POLITICA NO IZQUIERDISTA.
Un poeta que el mundo inexorable
lo juzgo un fatal y un alocado,
sin saber que era un roble formidable
por el rayo de un dios despedazado.
POEMA DEL SILENCIO
Estos versos sencillos y crueles
donde está un alma como un libro abierto,
los hallé revolviendo unos papeles
de un amigo poeta que está muerto.
Como ellos son de un alma dolorosa
que ya tiene a la tierra por mortaja,
tened un poco de humildad piadosa
y en la noche, leedlos en voz baja.
\"En medio de la noche blanca y fría,
cuando la hora del misterio pasa,
sólo se oye mi tos, hueca y sombría
en el triste silencio de la casa.
Todos duermen. Yo existo solamente
en esta soledad porque no duermo.
Me parece que sufro eternamente.
¡Qué larga que es la noche de un enfermo!
;Es tan cruel el insomnio! Es tan extraña
la pena que me ahoga de tristeza,
que parece que hubiera una montaña
sobre mi corazón y mi cabeza.
Y entre el misterio de tan sorda calma,
siento en mi extravío febriciente,
como si los dolores de mi alma
en tropel cabalgaran por mi frente.
Con honda angustia de un recuerdo santo,
evoco a una mujer que ya se ha ido;
ave divina que yo quise tanto
y no pude con ella hacer mi nido!
como dos centinelas que vigilan
mis ojos escudriñan lo ignorado,
y ante ellos, reviven y desfilan
una a una, mis glorias del pasado.
No puedo más. Sufriendo un desvarío,
lentamente del lecho me levanto;
mi cuerpo tiembla de dolor y frío,
mientras me ahoga un silencioso llanto.
Con gran cautela el velador enciendo;
pero un golpe de tos, veloz le apaga;
la luz se hace otra vez. . . y no comprendo
que esa locura mi organismo estraga.
Me abrigo un poco. Y desde la ventana
contemplo el titilar de astros absortos;
y luego, antes que venga la mañana,
quiero escribir unos renglones cortos.
Y ya en mi mesa de labor, piadosas
carillas blancas, a mi mano fría
esperan. Luego escribo. ¡Cuántas cosas
yo quisiera decir! \"Señora mía:
Mujer que fuiste la furtiva estrella
que en mis ojos quedó resplandecida,
ten piedad a esta carta, porque en ella
está una triste historia de mi vida.
Está todo el pasaje de ilusiones
de una historia de amor extraña y trunca.
Hay lágrimas y hay besos y oraciones
y esperanzas que fueron sin ser nunca.
Está todo el enorme sufrimiento
de un hombre que fue bueno como un niño.
Que no fue malo ni de pensamiento.
Si el bien siempre es el arma del cariño.
Mujer, que de mi alma arrebataste
una gloria que nunca alcancé a verla.
Puse mi alma a tus pies y la pisaste.
¡No valía la pena recogerla!
Mujer, que con palabras traicioneras
me juraste un amor falso y cobarde,
entre el misterio azul de las postreras
luces crepusculares de una tarde.
De una tarde que vive en mi memoria
como una flor de mi pasión primera.
Y ruego al cielo, antes que la gloria,
que así sea la tarde en que yo muera.
Jugaste con mi amor. Y no se juega
sin pensar lo que al fin se habrá perdido.
Siente, mujer, remordimiento. Y ruega
que no te hagan sufrir lo que he sufrido.