Su caminar apenas se sentía por las calles,
Llevaba los pies descalzos,
Una maraña de enredos en su pelo,
Negrura en su piel que transformaba
Las tersas líneas de su cara de niño.
Subsistía de limosna por la vida
Mendigaba un pedazo de pan cada mañana,
Y en las noches apenas si pasaba su saliva.
Bebía del agua de las piletas que encontraba
Y compartía el pan con las palomas,
Había veces que hasta los granos con ellas se peleaba,
Para tener algo que echarle a su barriga.
Era Habitante del parque cada noche
Se mantenía informado de noticias
Con los periódicos que de cama hacían.
No entendía porque a cada paso
Era recibido con gritos y empujones
De cada lugar donde comían,
Solo pedía un poco de manjares
Que aliviaran el dolor de sus entrañas,
Y mantuviera caliente sus manitas,
No recordaba cuando empezó Aquella vida,
Solo sabía que vivía cada día, con el dolor
Pintado en sus harapos,
Y la mugre por techos y cobija,
Miraba al cielo, esperando ver alguna estrella
Que llenara de luz su triste vida,
Solo quería que el dolor de su panza cesara
Tener por fin, comida calientica,
Cuanto quisiera tener allí a su madre
Sentarse juntos, comer con alegría,
Y no sentir el frio de su ausencia
Que calaba en sus huesos y moría
Día a día
También ella, sufrió por esas calles,
Implorando un poco de comida
Para alimentar a su pequeño niño
Que a gritos de dolor la sacudía,
La muerte se la había llevado,
Una noche de lluvias y de truenos
Volvió a recordar la pesadilla,
El solo quería sentirla,
Calmar el frio que sentía,
se arropo con su cuerpo helado,
hierto y sin vida.
Supo entonces que estaba solo
Que ya nadie de él se ocuparía
Que tendría que seguir buscando
Mendrugos de pan y caridad perdida.