Los años van colmando mis deseos,
mis entrañas se vuelven velos de ternura.
Se van calmando los deseos, se sosiegan.
Un giro de paz añeja se me adentra.
Y allá a la distancia los tiempos perpetúan
compases de arteros regocijos.
Es una fragancia a tiempos jubilosos,
que en los ocasos de la vida se proyectan.
Son señales buenas que alientan
los momentos más felices de mi vida.
Estoy repasando poco a poco
los aciertos y los errores del pasado,
pero hoy hay palabras que se lanzan
proclamando mi certeras decisiones.
No hay cosa más hermosa en la vida
que haberle dado un sentido valedero,
más allá de los errores cometidos.
CARLOS A. BADARACCO
17/1/13
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