Cuando mis manos hayan caminado
la maravillosa extensión de tu figura,
daré por terminada la amargura
que desde hace tiempo mi ser ha minado.
Veré por fin el cielo estrellado
que un muy buen tiempo augura
y estarán irisados mis ojos por la albura
de tu piel. Ya para qué evocar el pasado.
La tristeza, será un vago recuerdo,
la soledad, un negro manto
y no iré por el mundo averiguando
qué es la felicidad. En ese instante me pierdo
en tu cuerpo, entonando un nuevo canto
místico y maravilloso, pero eso será cuando...