In memoriam
(a mi madre)
De las jornadas de amor
que cada aurora nos brinda,
te viste, mamita linda,
privada por gran dolor.
Tronchada como una flor
la luz del sol no te alcanza,
ni el viento con su esperanza
jugar puede en tus cabellos,
en cama no hay días bellos,
sólo una rota balanza.
Por suerte el árbol del sueño
puede llegar con sus hojas
al lecho en que tus congojas
te atrapan con duro ceño.
Allí tu rostro es risueño,
allí tu mano nos tiendes
y si de dolor no entiendes
sí sabes que allí te amamos,
y que aquí te acompañamos,
soñando que nos comprendes.
Un día ya no despiertas,
nosotros sí con la herida,
tú en paz, nosotros con vida
y con las manos desiertas.
El cielo te abrió sus puertas,
el fin del duelo mereces,
te vas, pero en luz te ofreces
a cuidar nuestro camino,
al tuyo un ángel ya vino
y entre tus brazos lo meces.
Mamita, sé que lo sabes,
te extrañamos día a día,
es tuya nuestra alegría,
son tuyas todas las llaves.
Las penas se vuelven suaves
con tu amor como sustento,
tu risa, tu sentimiento
fue todo darlo a tu paso,
mamita, y es un abrazo
la fuerza del mutuo aliento.
Así pues sigues presente
y nosotros a tu lado,
no es tiempo lo que ha pasado,
es amor siempre creciente.
La vida no es suficiente
para decir lo que has sido,
espéranos en tu nido,
tú que las alas nos diste
y el amor que en todo insiste
en honrarte agradecido.
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15 08 13