Con tu aureola de paz,
Me mostraste como se brilla atrayendo la inmensidad.
Una capa de diamantes te rodeó,
y un mar de lágrimas violáceas me invadió.
El firmamento me dejó vislumbrarte esta noche.
Los cristales que te abrazaban,
me recordaron a las mujeres en círculo sentadas.
Por instinto comencé a aullarte,
me sentí un animal salvaje,
exoerimentando con una amatista tu linaje.
Lunita mía,
qué regalo me obsequiaste.
Yo solo pretendía observarte,
y en su lugar,
me permitiste desnudarte.
Fuimos una entre la obscuridad de las sombras,
pero vos me alumbrabas,
mientras yo me cargaba de tu aura que brillaba.
Comprendí que la fuerza que nos mantiene conectadas,
es la misma energía que une las galaxias.
Permanecemos veintiocho días danzando,
al ritmo las estrellas vibrando.
Vos en tu cielo,
y yo en mi tierra.
Deslumbrándonos la inmortalidad de las esferas.