Un ambiente sofisticado, su cama cubierta de pieles , en las paredes tapetes orientales. Ella era una danzarina, oriental, por las noches y tenía una misión, atrapar a un hombre, que en algún momento, visitaría el club, en el que ella bailaba. Tenía su foto, debía seducirlo y llevárselo a su recámara.Haría un trabajo limpio, discreto, estaba combinada, con sus secuestradores, gente muy poderosa, que le pagaría una gruesa suma.
Pero no tenía que levantar, ninguna sospecha.Tendría que hacerlo discretamente. Como le conocían sus gustos, que era aficionado, a las danzas árabes, ella sería el señuelo perfecto...
Cuando lo vio entrar y sentarse en la mesa que generalmente estaba asignada para aquellos que gozaban de cierto prestigio, su coreografía, sufrió un cambio repentino. No era la primera vez, que se prestaba a ese servicio. No lo hacía a menundo, porque sabía los riesgos que corría.Ahora, sin lugar a dudas, le gustaba la adrenalina, de esas situaciones y sobre todo la paga suculenta, que cobraba por estas extras, tan exquisitas.Le dio su tarjeta, mientras el ponía el billete, en su caderín. Era un hombre de mediana edad, vestido sobriamente.La tarjeta, decía su teléfono, cuando la llamó, le dio su dirección y la hora de la cita. Cuando se abrió la puerta, ella tenía, dispuestas dos copas de brandi, en una había puesto un polvo, que lo adormecería, tan pronto que no le pondría un brazo encima. Sin embargo le gustó, el trato deferencial, así que se tomó su tiempo, para darle de beber y disfrutar del tiempo con ese señor, tan codiciado y que no fue la excepción ella, mas en un sentido más sensual. Luego el final, acordado, dos hombres, llegaron y se lo llevaron, dejándole un sobre con la mitad restante de lo estipulado.