Perlas de lluvia que surgen de sus ojos,
silenciosas, anémicas, desahuciadas,
por el sentimiento de la niña
que nació con la desventura,
y con truenos de desgracias
que se dieron por añadidura.
Fue su destino, mitad miseria, mitad desprecio.
Nacer en el infortunio, fue su más alto precio.
Juguetes de tierra y lodo,
mendrugos de pan podrido,
abrazados por el hambre que pulula
en las entrañas de la niña de la noche
y un llanto que sólo se escucha en el límpido
azul del cielo, con nubes de plumaje ríspido.