Los ojos del viejo, de andar suave y lento,
cansino, pausado, llenos de silencios,
Lucen apagados sin brillo, sin fuerza,
no viendo distancias, cercanas o lejos.
Cual viejo marino, desde su torreta
otea horizontes, entrecierra sus parpados,
como si quisiera mirar a lo lejos
difusas figuras, lejanas ausencias
que al pasar los años, emigradas fueron.
Cuanta vida vieron llegar a este mundo,
los ojos del viejo, cuanta húmeda lagrima
sus ojos vertieron despidiendo afectos
que lo precedieron. Los ojos del viejo.
Parecen estar, hoy llenos de olvido
de ausentes vacíos partidas destierros,
desprecio, egoísmo, mas el, bien lo sabe
en su fuero intimo, lo colman recuerdos.
Los ojos del viejo, ya no ven distancias
y cuando camina haciendo ejercicio
poniendo cuidado. Más bien mira al suelo.
Recordar no puede, lo de hace momentos,
mas en su memoria mantiene guardados
paisajes, amigos, canciones y novias
historias, poemas, por el recitados.
¡No, una sola frase, Sí, de cabo a rabo!!.
Y el viejo entrecierra, sus ojos cansados.
Cansados de años, cansados de tiempo,
Enjuga una lagrima, recita en silencio
aquellos poemas cargados de sueños.
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“Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo”.
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Y así van llegando, en tropel los versos.
Los viejos poemas que antaño dijera.
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La piqueta al hombro
El sepulturero
Cantando entre dientes
Se perdió a lo lejos
La noche se entraba.
Reinaba el silencio.
Perdido en la sombra,
Medite un momento.
“¡Dios Mio, que solos
Se quedan los muertos!!.
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Y emulando a Bécquer en su letanía,
Enjugan otra lágrima, sus ojos de viejo,
diciendo en silencio.
¡Dios Mio!, que solos,
¡Que solos y tristes
Quedamos los viejos!!.
De pronto a su oído llegaron las risas
caritas rosadas rodeando al abuelo
Y se iluminaron sus ojos de viejo
cariñosamente abrazo a sus nietos
diciendo al momento;
¡Dios mío!! Gracias,
Después de todo,
No estamos tan solos,
Tan solos los viejos.
Nicolás Ferreira Lamaita.