Un milenio ha, mi niña, me envolviste
En tu traje de amor
Y desde entonces en mi vida existe
La luz de tu fulgor
Que siembra de esperanzas sumergidas
En mi alocada mente
Para encontrar las voces escondidas
En mirífica fuente
Y gritar con alborozo ¡Oh, albricias!
A mi covacha fría
Ha llegado el calor en tus caricias
Y en tu dulce alegría.