Alberto Moll

Aquella noche en Lisboa

 

Herido de añoranza de tus manos,

de tu voz, de tu boca y tu mirada,

en su esplendor había contemplado

dormirse el rojo sol sobre las olas.

Mientras el dulce Tajo afortunado

encontraba su mar al que entregarse,

yo vagaba sin ti, con tristes pasos,

por las tranquilas calles de Lisboa.

Y aquella noche descubrí en el fado

el doliente latido de tu ausencia.

¡Cómo vibró en mi alma el desgarrado

lamento de ese grito de tristeza!

La voz del sentimiento lastimado,

la nostalgia profunda y temblorosa,

la “saudade” que brota y se hace canto,

canto de amor, dolor y soledades.

Un sollozo que al viento se ha quebrado,

un gemido en la noche desolada,

un ansioso suspiro acompañado

del trémulo plañido de las cuerdas.

Y en medio de ese instante fascinado,

teñido de sutil melancolía,

mi soledad, sin tu presencia al lado,

se hacía más amarga y dolorida.

Se agitaba mi espíritu deseando

tenerte junto a mí en esos momentos

porque también tu aliento enamorado

con el mío al unísono vibrara.

Y aunque tú estabas lejos aguardando

mi regreso a tus brazos expectantes,

en la distancia fuimos enlazados

por la etérea cadencia melodiosa.

El instante pasó y hoy ya es lejano.

Pero ¡ojalá que un día venturoso

podamos juntos escuchar el fado

en la mágica noche lisboeta!