Esas aves revoloteándote en la cabeza
cual gorriones trinándote dulces sinos
o carroñeros picoteándote el destino.
Ese nido que cálido abandonaste
y ahora es lecho de los mares congelados
iceberg negro desangrándose a tu paso.
Esa esencia que destilas de tus ojos
adentrando en tus sentires la congoja
cual mil zácuras que heladas se deshojan.
Ese instante que hoy aprieta hasta la muerte
y cual cáliz toda su amargura vierte
por el numen que sembraste envenenada.
De las míes en mi huerto han quedado
las raíces retoñando en sufrimiento
despuntando en mis pieles los momentos
que en mis manos y mi cuerpo cosechaste
no pretendo ser el asa que desprenda
los sentires dolorosos que no entiendes.
Mas el amor que muere es todo esto
que asfixia desmembrando extremidades
para no sentir mis manos en tu cuerpo
ni volver inútilmente sobre mis pasos
¡Mejor sufre! que de los momentos dulces
ya no quedan ni los bríos ni las luces.
Porque el nido se ha quemado hasta las brasas
porque el tiempo ya cedió sus largos brazos
porque halando cada uno por su lado
hemos roto el embrujo, desatando el lazo.
Por: David Caceres
Managua, Nicaragua