¡Oh! maravilla de la naturaleza,
colibríes de vuelo intrépido, de colores,
que en el aire plasman sus mil amores
con formas de inimaginable belleza.
¿Por qué no ver en lo finito la grandeza?
¿Por qué no exaltar la inteligencia y sí los fétidos olores?
¿Cuál es la razón de la ceguera acompañada de licores?
¿Por qué no entender el vuelo del ave sin pereza?
Sólo el hombre se ensoberbece,
aun en su pasmosa mediocridad,
negando la vida y contrariando al abecé.
Cuanta soberbia centellea en ausencia de la claridad.
Necios, audaces y no son ni uno, ni dos, son trece,
trece y muchos más que caen en la banalidad.