Te pedí un cigarro
y lo que me diste
fue una sangre pasajera
junto a un billete al fondo de tus ojos.
Al retirarme tu luz
me quedé ciego,
perdido en la eternidad de un sueño.
Adicto a la memoria,
ahora sólo fumo hebras de tu recuerdo,
las cenizas que voy soltando
son escombros de tus besos,
herrumbre del cadáver de tu amor.
Soy como un ángel expulsado del Edén
atrapado en la cárcel del tiempo
o como un Dios que perdió su reino
y que lo único que le queda de su creación
es la amarga gloria del dolor.