Murialdo Chicaiza

A Federico, poeta

 

Las voces campesinas de tu tierra

llenaron tu alma desde pequeño.

Los olivares, los verdes valles,

la magia de las historias contadas

por los ancianos y tus sabios paisanos.

Una iguana mágica te seguía los pasos

tus manos volaban persiguiendo el ritmo

mente de piano, cuerpo de lira, poeta.

Tu voz que no teme pero lleva peligro,

tus penas de sentir los muertos en la noche,

tu verde que lo quieres verde, tu noche negra.

Y te vas como se van los ángeles heridos

después de visitar al animal humano.

Federico, fe de erratas, fe en el hombre

nos dejas tus huesos de luz y escarnio.