Porque quiero amarte sin recordarte,
y ser yo mismo cuando me encuentres,
y caminar sin buscarte
simplemente porque me llamas,
porque seas TÚ, la mujer de mi día,
y en un suspiro,
y en un aire que se despierta en un gesto,
y en un suave ritmo de sutil argumento
descubrir que tu nombre surge de entre mis manos,
como la arena que rompe en las olas,
como la sombra que no calla a ese corazón que inoportuno grita,
la mujer de mi día,
ese ser de mi aliento que me prenda,
esa hoguera que es deseo altivo,
esa semilla de viento que es ancha y camino, aquí,
donde comienzan mis sueños,
donde mis labios todavía temen perder la última palabra de los pájaros,
allí, donde el cielo en mis párpados no es más
que una ráfaga que me deja una sonrisa,
que es inútil encarcelar,
que me lleva a por mis lágrimas
remando por las aguas en donde habita el olvido,
¡háblame, escapa de mis brazos y existe
donde nada existe, o quédate en mi pecho y extiende mis alas, háblame,
no quiero más horizonte que tu piel, háblame!
Seamos tú y yo un solo cuerpo,
¡dime lo que sientes, no temas si me matas!,
la vigilia me sumerge y soy tierra y agua y aire y fuego,
y el laberinto en donde me pierdo,
y dos ángeles estremecidos, uno, meciéndome como el mar
volviéndome ceniza, otro, que me eriza cual silencio
y eres TÚ, siempre TÚ, la mujer de mi día.
La mujer de mi día,
esa balada interior en donde siempre estuviste pintada,
esa lámpara que arrumbada siempre supo a beso para mis labios,
esa lluvia fresca del primer verso que imaginé,
ese paisaje que como fuente pusiera en mi boca,
¡ay amor si tú supieras!,
¡si mis vacilantes hojas fueran tu ruido!,
¡ay amor si atardecieras en mí y la noche no tuviera dudas!,
si recostara tu ternura y me rodearas con tus miedos,
si me amaras,
porque seas TÚ, la mujer de mi día.
T de S
MRGC