¡Regresa… estoy aquí…
no me dejes… sabes que te amo!
Repentinamente el cielo
se tornó helado,
Desesperadamente se encubrió.
¡Nunca más!
Dios dio opción a su adorada;
y el gran poeta sórdido escribió…
Trazaba en sus versos a su amada
revivirla quería en su dolor,
su presencia le hacía tanta falta
y en el mundo de su ausencia
en constante letanía se inundó;
En la profundidad de su alma
de un purpura oscuro se tiñó,
su pobre corazón
nunca más tuvo calma
y escarpado se volvió.
Andaba taciturno… anonadado,
por el desenlace que sufrió,
plasmaba en el papel desesperado
versos del alma, que con ella vivió.
Su angustia lo alcanzaba,
el recuerdo vivo de quien amaba,
lo lastimaba…
Rezo tras rezo
a los cielos lanzaba.
Odas en cruentas guerras
corrían batallando por su mente,
lo asfixiaban… lo mutilaban…
inexplicablemente;
En una agria lucha sin cuartel
aplastante destino afronta él;
y su alma por el dolor esclavizada
repite aún enamorada:
¡Regresa… estoy aquí…
no me dejes… sabes que te amo!
¡Mira mi barca desolada
sin ti mi amor… no soy nada!
(victolman)