Siendo pequeña,
nada entendía.
Necesite crecer
para comprender
que te ausentarías,
para toda la vida.
Recuerdo haberte visto,
solo, elegante y dormido,
y en el sueño más profundo
te encontrabas sumido.
Nadie comprendía
mis noches eternas de lágrimas,
con un por qué sin respuesta,
íntegramente desanimada.
Hoy llevo la cicatriz
ya casi cerrada.
Estoy a la espera del día
en que el brillo de tus ojos
quite la cruz de mi espalda.