JULIO CASATI

EL CONDENADO

Miraba el condenado la senda de su destino,

Le quedaban solamente algunos recuerdos

Esbozados a modo de murciélagos perdidos

Y desorientados…

 Sabía el condenado que el mundo era mundo

Y el corazón ese pájaro amado de grandiosos vuelos

Que tenía que conquistar sin grandes batallas

Porque su tiempo era el tiempo de los humanos…

 Tenía el condenado en sus ojos unas pupilas inmensas,

Bondadosas, donde ya no había lugar para el ayer.

Estaba sentado en el borde de una fuente,

Veía la plaza y a los niños correr…

 Se frotaba los ojos… Era un flamante exiliado

De la rebeldía y el odio,

Contemplaba en el espejo su silueta partida en dos

Al igual que las sílabas rotas de su nombre,

 El condenado no creía en nada,

Buscaba una palabra para él, una voz sosegada,

El aroma de una metáfora cálida

Que le abriera los ojos a la noche.

Con los labios apretados, muy apretados,

Acarició el resplandor de una piel desnuda

Y entonces  escribió allí  un verso, para nadie.

 

JULIO CASATI