Yo he abierto una ventana
al lado de las estrellas,
sin cristales y sin jambas,
para asomarme por ella.
Y allí me llega tu incienso,
que va calando en mis venas,
dulcificando mis sueños,
como droga sin señuelas,
donde el sabor de tus besos
me sabe a miel y canela.
Desde el alfeizar contemplo,
en una sabana extensa,
esa ciudad que yo quiero,
al pie de una cordillera
de los Andes altaneros,
que conviven con estrellas.
Y yo custodio tu casa,
donde disfrutas tus sueños,
abrazadita a tu almohada
porque crees que estoy lejos.
Al clarear la mañana
y despertar de tu sueño,
sabrás que entre tus sábanas
sigue alojado mi cuerpo,
que aunque no te diga nada
y permanezca en silencio,
sigue abrazado a tu espalda
para colmarte de besos.
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