Con el dios de la muerte sobre mis rodillas
afuera es noche y llueve.
Tecleando sobre mi ordenador un trino
acaso sea leído por alguien allá afuera.
Reflexiono sobre las palabras de Saramago
y su pesimismo en el hombre, tan optimista.
Acaricio al dios de la muerte, a Hades,
que me mira y lame mi mano.
Y pienso en al inutilidad de la vida
mas alcanzo a leer un poema de Su Gea
que llena de rosas el alma.
Retorno de su Buenos Aires,
de los tigres de Borges
solo para sentir que odio a las hadas,
a los vasos de alabastro de Rubén Darío.
Porque ya no creo en Azul, ni en los versos profanos.
Debo salir, la noche me espera
en ella viviré con mi amor
solo ella me da la vida que amo.