Tú, fuente; yo, torrente;
Yo, verde; tú, menta.
Tú, lluvia; yo, tormenta
Yo, río; tú, rocío.
Tú, juego; yo, fuego.
Tú, aire; yo, vuelo.
Tú, Luna; yo lucero.
Tú, grito; yo, anhelo.
Tú, mi guía; yo, sendero.
Yo, sed; tú, cielo.
Tú, sustantivo; yo, verbo.
Tú, adjetivo; yo, adverbio.
Yo, palabra; tú, ensueño.
Yo, novela; tú, misterio.
Yo, razón; tú, sinrazón.
Mi cordura, tu locura;
tu ternura, mi locura;
Tu locura, mi pasión.
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Como ya lo he recordado en más de una ocasión, los relatos mitológicos, los símbolos y la mayoría de las obras de arte, son modos de expresión “meta-fóricos”, pues nos “llevan más-allá”, nos “trans-portan” a otra dimensión, a otra parte, a otro tipo de realidad [del Griego. μεταφορά: meta-forá ] ; lo mismo que la “META-FÍSICA” nos sitúa o nos conduce “más allá de lo físico”.
Así pues, las “META-FORAS” trans-forman el sentido literal de las palabras, para revelarnos LO INEFABLE (“lo que no sabemos decir”) y LO SUBLIME que ellas encierran en su interior. De ahí que las \"meta-foras\" y los \"sím-bolos\" (\"puentes entre dos realidades de diferente naturaleza) sean conceptos muy próximos.
Lo mismo ocurre cuando escribimos poesía, pues para poder expresar lo que realmente necesitamos decir, estamos obligados a servirnos de imágenes y palabras que significan “otra cosa”; estamos obligados a “trans-formar” el sentido literal (“al pie de la letra”) de las palabras.
Uno de mis filósofos preferidos, Gaston Bachelard (1884-1962) afirmaba: “Siempre solemos pensar que la imaginación es la facultad de formar imágenes; sin embargo, la imaginación es más bien la facultad de deformar las imágenes que nos ofrece la percepción”.
LA IMAGINACIÓN [es decir, lo que tenemos que imaginar, porque NO podemos verlo con nuestros ojos] es esencialmente la facultad de liberarnos de nuestras percepciones al pie de la letra; lo cual pone de relieve la necesidad que tenemos de cambiar nuestra manera de mirar (“curar nuestra ceguera mental\"), para poder así ver y pensar LO INVISIBLE.
Y ese arte de nuestra mente, de la palabra y de nuestros cinco sentidos con el que trans-formamos el llamado \"sentido común\", lo llamamos poesía, mitos, fantasías…; es decir, de alguna manera un “sin sentido”, o un “contra-sentido”. Pero…, el arte es así. Por eso nos embauca y nos trans-porta dentro y más allá de nosotros mismos.
Pues bien: a los artistas que con sus obras de arte “me obligan” a cambiar mi forma de percibir, de pensar, de sentir, de vivir, a mí me gusta llamarlos simplemente “ángeles”; ángeles en carne y huesos, verdaderos mensajeros de la espiritualidad y de sus valores. Son ellos los que nos trans-portan a ese Cielo que llamamos el Misterio.
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