Me pediste un poema… No te creas que lo he olvidado…
Sólo que al pedirlo invocaste el dolor de tu ausencia… Aún sin saberlo…
Porque es tu compañía la que alegra mi corazón y cuando te veo no necesito palabras para recordarte… Siento tu sonrisa al borde de mi piel…
Y entonces recuerdo mi infancia valenciana, donde el azahar flotaba entre las cañas y las acequias…
Donde el río fresco bañaba mis piernas adolescentes…
Allí, donde mi madre me protegía de la malignidad humana, y flotaba entre las pompas de jabón que ella me fabricaba de amor y compañía…
Por eso disculpa mi tardanza, no es fácil revolcarse en el recuerdo de tu ausencia… Espero que sepas comprender…
Disculpa mi resistencia a pensar en tu cara, en tu pelo, en el sabor de tu piel… Piel de melocotón dulce…
Perdona que no quiera recordar nuestros cortos paseos, nuestro primer cruce de miradas o simplemente el primer abrazo prometido…
No es que quiera olvidarlo, lo recuerdo demasiado…
Pero si es tu deseo, seguiré hurgando de vez en cuando en mis recuerdos…
Te seguiré anhelando domingo a domingo, seguiré rechazando otros besos, para seguir sumando los que me debes…
Y cada noche seguiré buscándote en alguna estación de trenes a ver si sigues aparcada como la primera vez… Para poder seguir besándote… Y esta vez, que sea por una corta eternidad…
Carmela, 15 de mayo de 2007